Con una colorida vigilia, miles de feligreses salvadoreños y extranjeros celebraron la canonización en la capital.
Todas las campanas de las iglesias de El Salvador redoblaron el domingo para recibir a su primer santo, San Romero de América.
Así muchos salvadoreños ahora llaman a monseñor Arnulfo Romero tras haber sido canonizado.
Con una colorida vigilia, acompañada con cantos populares que cuentan el martirio de Romero, miles de feligreses salvadoreños y extranjeros celebraron la canonización en la capital.
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Más de 10 pantallas gigantes, colocadas en una plaza frente a la catedral de San Salvador, permitieron que los miles de devotos vivieran paso a paso la ceremonia en la que a monseñor Romero elevaron a los altares por el papa Francisco en el Vaticano.
«Estoy gozosa, este es el día más feliz de mi vida, por fin monseñor Romero es declarado santo», dijo a la AP María Tolentina Martínez, quien junto a un grupo de amigos se ubicaron en una posición que les permitía ver y escuchar con claridad lo que ocurría en Roma.
Por más de diez horas no se movieron del lugar.
La mujer de 45 años y sus amigos llegaron desde la mañana del sábado a la plaza ubicada frente a la catedral de San Salvador, que poco a poco fue ocupada por miles de feligreses.
«Nada nos podía detener, nada, ni la lluvia, ni el frío, nada», agregó.
José Martínez, su esposa Josefa y sus dos pequeños hijos, también expresaron su felicidad por la canonización de Romero.
«No podíamos quedarnos en casa en este momento histórico. Quiero que mis hijos conozcan a monseñor, a nuestro santo, que sepan que él fue un gran hombre, que levantó su voz para defender a su pueblo y por eso lo mataron», agregó Martínez.
La plaza lucía esplendorosa y en lo alto del palacio nacional, ubicado a un costado de la catedral, extendieron un inmenso manto en que se leía.
«Que mi sangre sea semilla de libertad», palabras pronunciadas por Romero en marzo de 1980, a pocos días de que lo asesinaran.
Una joven que animaba la vigilia gritó a toda voz: «No lo mataron por amor, lo mataron por odio a la fe, Romero vive», y todos aplaudieron.
Algunos creyentes llegaron muy temprano y montaron pequeñas tiendas de campaña, mientras que otros no tuvieron más que tirarse al suelo donde sea para descansar hasta que anunciaron que la ceremonia comenzaba, y todos corrieron a buscar los mejores lugares.
«Monseñor es un ejemplo a seguir», dijo Samuel Omar Vanegas, joven seminarista que participo en una peregrinación en la capital junto a miles de feligreses.
En Ciudad Barrios, un pequeño poblado en el oriente del país donde en 2017 nació Romero, la población se reunió en la plaza frente a la pequeña iglesia del lugar para ver en pantallas gigantes la ceremonia en Roma.