Diversos estudios alertan de que la alteración de todos los ritmos biológicos de forma crónica que conlleva el trabajo a turnos tiene un impacto enorme sobre la salud.
Más de tres millones y medio de asalariados trabajan a turnos en España, y alrededor de dos millones (el 10,6% de las personas ocupadas) lo hacen en turno de noche de forma ocasional (6%) o más de la mitad de los días laborables (4,6%), según datos del Instituto Nacional de Estadística de 2021.
El trabajo por turnos, especialmente el de turno nocturno o el que incluye a este en la rotación, lleva tiempo marcado en rojo por las autoridades sanitarias. La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) volvió a situar en 2019 al trabajo en turno de noche en el grupo de evidencia 2A de su clasificación de “probables carcinógenos para los humanos”, reseña El País.
“¡Al mismo nivel que el tabaco!”, exclama al otro lado de la línea telefónica el doctor Juan Antonio Madrid, catedrático de Fisiología y director del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Murcia (IMIB-Arrixaca, CIBERFES), que considera que hay suficiente evidencia experimental en animales e indirecta en humanos que apoyan esta relación. Y no solo esta, ya que, como explica Madrid, la alteración de todos los ritmos biológicos de forma crónica que conlleva el trabajo a turnos tiene un impacto enorme sobre la salud:
“Se exacerba la liberación de mediadores inflamatorios, disminuye la actividad del sistema inmunitario, tiene un efecto a nivel metabólico que puede llevar a estados de prediabetes, a mayores niveles de triglicéridos, a alternaciones cardiovasculares (hipertensión), a un mayor riesgo de sufrir infartos de miocardio e ictus, etc. En definitiva, agrava una gran variedad de patologías muy importantes”.
Esa afectación se mantiene a largo plazo, incluso tiempo después de haber dejado el trabajo a turnos. Así lo ha demostrado un estudio con ratones publicado recientemente en la revista científica Neurobiology of Sleep and Circadian Rhythms, cuyos resultados constatan que los efectos de los horarios de trabajo por turnos durante la edad adulta temprana (equivalente a los 18-24 años de edad humana) persisten hasta la mediana edad (55 a 60 años de edad) incluso después de que los roedores regresasen a un horario normal durante el período intermedio.
“Hemos comprobado que la exposición a horarios de trabajo por turnos durante la adultez temprana exacerba los resultados del accidente cerebrovascular isquémico en la mediana edad, específicamente en las hembras. También que, incluso cuando los sujetos del estudio volvían un horario normal, los efectos en los ritmos de sueño y vigilia de la exposición temprana a los ciclos de trabajo por turnos persistieron de tal manera que en la mediana edad estos sujetos se despertaban más temprano y se activaban en el momento equivocado del día y la noche”, explica a EL PAÍS David J. Earnest, investigador principal y profesor del Texas A&M University Center for Biological Clocks Research.
Para Juan Antonio Madrid, estos datos son “interesantes” porque desmontan la idea de que los efectos del trabajo a turnos son puntuales y desaparecen cuando se recupera un horario normal más regular. “Sabemos que la incidencia de enfermedades cardiovasculares entre la población que trabaja a turnos está en torno al 20%, frente a un 7% en el caso de trabajadores con horario diurno. En el caso de extrabajadores a turnos el porcentaje de riesgo se mantiene en el 15%.
El tiempo trabajado a turnos -si es un tiempo largo, no si hablamos de uno o dos años- deja una huella y conlleva alteraciones que no son totalmente reversibles”, sostiene el catedrático, que señala que al tratarse de una investigación en ratones la extrapolación de datos a humanos es arriesgada, pero sí “ofrece pistas de por dónde van los mecanismos” y la ventaja de que con los roedores se eliminan los factores de confusión, ya que el trabajo a turnos en humanos (sobre todo el nocturno) también se asocia a peores hábitos de vida (más sedentarismo, más tendencia al consumo de tabaco y alcohol, peor alimentación) “que pueden enmascarar y agravar los riesgos para la salud de un trabajador a turnos y que no se deberían únicamente al horario de trabajo”.
¿Es posible adaptarse al horario de trabajo nocturno?
Un estudio publicado en julio en la revista eBioMedicine (The Lancet), desmontaba con sus resultados otro mito asociado al trabajo en turno de noche: aquel que defiende que “a todo se acostumbra uno y a todo se adapta el organismo”. Para la investigación, los autores monitorizaron a 63 trabajadores del turno de noche (que trabajaban tres o más noches de 10 horas por semana) y a 77 trabajadores que alternaban turnos de mañana y tarde, todos ellos empleados del Hospital Paul-Brousse, situado a las afueras de París. Los resultados no dejaron lugar a engaño: los trabajadores de turno de noche veían mermadas significativamente tanto la calidad del sueño como los ritmos circadianos. Y ello a pesar de llevar más de cinco años en ese mismo turno de noche. “Uno de nuestros hallazgos más sorprendentes ha sido la mala adaptación del sistema circadiano de estos trabajadores del hospital al trabajo nocturno, a pesar de que llevaban mucho tiempo con ese turno. Y ese efecto no solo se veía en los días laborables, sino también en los días libres, lo que indica que algunos trabajadores nocturnos ni siquiera recuperan la función circadiana normal en sus días libres”, explica Francis Lévi, director de Investigación en el grupo de Cronoterapia, Cánceres y Trasplante de la Facultad de Medicina de la Universidad Paris-Saclay.
“Los relojes biológicos están preparados para anticipar, para preparar al cuerpo ante todo acontecimientos que sea regular y previsible. Si no le proporcionamos ese marco previsible, el cuerpo no está preparado”.
Con información de: Versión Final