La conducta autolesiva es una estrategia disfuncional para afrontar emociones intensas y arrolladoras que nos desbordan, una salida inmediata a ese sufrimiento que no podemos o no sabemos tolerar de otro modo.
1. ¿A quién afecta?
Fundamentalmente a aquellas personas con dificultades para regular el afecto.
2. ¿Hay un perfil concreto de personas que se autolesionan?
No hay un perfil concreto. Puede afectar a personas de diferente género y edad, aunque es más común en adolescentes y adultos jóvenes.
3. Han aumentado las conductas autolesivas en niños sin un trastorno psiquiátrico de fondo. ¿A qué se debe?
Principalmente a la poca resistencia a la frustración y a la falta de habilidades para manejar el malestar emocional.
4. ¿Cómo se puede detectar?
Mediante la observación de signos físicos como cortes, rascados, quemaduras o marcas en el cuerpo, cambios bruscos de peso o de hábitos tanto con la comida como con el ejercicio. También cambios emocionales como el aislamiento social y expresiones de desesperanza.
5. Cuando un familiar lo detecta, ¿cómo debe actuar?
Cuando los padres detectan que su hijo se autolesiona lo más importante es mantener la calma y transmitirle comprensión a la vez que exploramos el alcance de la autolesión y el motivo que le lleva a ello. Es conveniente ponerse en manos de profesionales para que nos ayuden.
6. ¿Cómo se consigue acabar con esa conducta?
La terapia dialéctico conductual de Marsha Linehan se ha demostrado eficaz en personas que presentan dificultades en la regulación emocional. Lo más importante es crear un vínculo terapéutico con el paciente y validar sus emociones a la vez que se exploran los motivos que le llevan a la autolesión, balanceando las ventajas y desventajas de la conducta autolesiva para favorecer su compromiso al cambio, usando estrategias de aceptación.
Además, haremos hincapié en cómo interfieren las autolesiones en sus metas. Después trabajamos la radiografía emocional: qué es lo que ocurre desde que algo nos dispara hasta que nos autolesionamos, que a su vez vuelve a dispararnos, cerrándose el bucle. Como forma de romper este bucle proponemos el «darse cuenta».
La forma más fácil de darnos cuenta es en el lenguaje del cuerpo. Observar y describir en voz alta el lenguaje de nuestro cuerpo es una forma de tomar conciencia de nuestro malestar y de tomar el control de la situación: «Me doy cuenta de que estoy temblando, de que el corazón me va muy rápido…».
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También darnos cuenta de la emoción que nos acompaña, identificarla y nombrarla. Después proponemos cambiar el foco de atención de los pensamientos negativos, para que pierdan fuerza, y ponerla en otro lugar.
Con información de La Razón de España
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