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jueves, diciembre 12, 2024

Cleptomanía

“Nadie que robe, puede quedar sin castigo”  Zac. 5:3


En la historia del tránsito humano sobre la faz de la tierra, los seres que la han habitado,  han cometido delitos de todo tipo, entre ellos la preponderancia en la práctica del robo, la apropiación indebida de bienes ajenos. De hecho es el acatamiento al cuarto mandato de la ley divina.

En Venezuela, esta acción no es distante, sobre todo la relativa al enriquecimiento ilícito de fondos públicos. Desde la administración de un modesto almacén parroquial hasta la de una de incalculable riqueza como la industria estatal petrolera de condición rentista, fuente primaria económica del país. Recuerdoles que ante oprobioso

delito, el propio Libertador, Simón Bolívar, emitió un decreto para el ajusticiamiento físico de los funcionarios públicos inmersos en tal delito. Sin embargo, con el correr del tiempo, abolida la medida, aquella se ha convertido en actuación rutinaria de funcionarios inescrupulos a esos diversos niveles. Una suerte de cultura.

Toda una inmoralidad a la vista de la sociedad, con una red de cómplices y de miedosos para denunciar, por ello se ha convertido en causa casi “normal”. Los ejemplos abundan, salvo cuando se convierten en conmoción  pública, se toman algunas acciones y medidas, que el tiempo oculta con marcada acelaración.

En nuestros últimos años, son abundantes los tumultos generados por esta naturaleza:  proyectos y planes fallidos con pagos adelantados  para obras sin ejecutar,  extravío de fondos , partidas presupuestarias desviadas, ocultamiento de ingresos, contratos irregulares, sobreprecios,  falsificación de documentos, en fin han estado a la orden del día.

Hoy, nos ocupa otro de marca mayor, a mediados de la recién pasada década la habíamos presenciado, con el mismo modus operandi, precisamente en este mismo sector ,sin detenidos por encontrarse los involucrados en el exterior, no se tomaron previsiones para evitar continuase la oprobiosa práctica,  por lo que se evidencia que no es nada nuevo en la estatal empresa de hidrocarburos, caso que alcanza ribetes propios para un guión cinematográfico. Desde el grito estigmatizante  y grotesco : “roja, rojita”, sin la existencia de organismo contralor, que cuantifique y fiscalice la avalancha de incalculables ingresos, conquistados  no por esfuerzo creador sino por alza desmesurada internacional del precio en divisas del barril del codiciado líquido fósil, con una desviación de ellos en funciones ajenas de la empresa politizada, manejada por funcionarios (políticos no técnicos)  ignaros trajeados con uniformes o  fluxes,  dedicados a la compra de alimentos, financiamiento de proyectos agrícolas, planes, subsidios, regalías, condonación de deudas, prestámos sin garantías a países “amigos”, inauditable, todo un escenario propio para el despilfarro y evasión de controles.

Existe un grupo de “señores” cuyas manipulaciones sucias y codiciosas han provocado más que ninguna crisis, el súbito enriquecimiento  de unos pocos, la miseria e indigencia  de la gran mayoría, conformada por la clase de los desposeídos, son las mayores víctimas. Detrás de sus pantallas se han escondidos las más grandes impudicias administrativas ante singularmente comisiones ilícitas,  las influencias  bochornosamente cobradas con las que sistemáticamente se trafica, ahora abiertamente apropiadas para beneficios personales. ¿ Cómo podemos conceptuar ese falso pudor? Robar  no en el sentido estricto en que se emplea el término  en el Còdigo Orgánico Procesal Penal,  sino el sentido amplio en el que lo emplea el pueblo  y que comprende todos los atentados contra la propiedad ajena. Pero hay muchísimas maneras de robar, sin quitarle a uno la cartera, llevarse el dinero de una caja fuerte o correr con una prenda arrebatada. Estos son las maneras clásicas ordinariamente  de poca envergadura y casi siempre  después de todo, con mucho riesgo. Hay otras maneras más modernas, ordinariamente de mucha mayor envergadura  y casi siempre sin riesgo: robar a manos llenas, pero con guantes de seda tecnológicos y si queremos hacer una lista, de todas esas maneras de robar, estaríamos horas enteras enumeràndolas, porque muchos tienen sus métodos y hasta técnicas para robar.

Al que solamente en castellano lato le llamamos “ladrón” o en plural “los ladrones”, las han acaparado  en el uso corriente 

 los funcionarios inescrupulosos, que han hecho del robo una profesión. Esos son como los heróes negativos de las series policiales y de las películas detectivescas ¿ cuántas no se han rodado a cuentas de un ladrón o de una banda de ladrones como protagonistas.?  Ejemplo, la más reciente “La casa de   papel”, antiguas como  ” Robin Hood”, “Alí Babá y los 40 ladrones”, “Bonnie and Clay”, “El gran golpe”, etc. Recordemos la nueva prédica  oficial desde el más alto nivel :”Robar por necesidad  no es malo”.

Pero si todos esos son por lógica “ladrones” que fingen ser gente “honrada”, pero que. han hecho del robo  o del pillaje una profesión, por eso son innumerables los que aparentando ser “buenos ciudadanos” han hecho de su cargo un ladrocinio. Pero es que lo hacen de una manera sigilosa, más limpia, sin dar la cara, sin correr riesgos, convirtiendo sus fechorías sin rastros como profesionales del robo.

De este modo hay quienes viviendo de un dinero adquirido poco limpiamente,  se indignan con un común delincuente que ha robado a veces por necesidad, pero que para su juicio, es un sinverguenza que actúa con manos sucias.

Como típico en nuestro país, lo que está sucediendo, con un grupo de funcionarios  “honestos” civiles y militares, actuando como banda organizada ( reprimida por otra como las viejas mafias de Chicago por invadir  territorio ajeno)  al igual a otros que se han enriquecido ilícitamente  a costa del poder. Funcionarios que en cortos períodos de tiempo, se enriquecieron  visiblemente a pesar que antes de desempeñarse  en sus funciones eran hombres sin fortuna y ha resultado  que los estamos viendo como dueños de empresas, propietarios de bienes, dinero, ostentosas mansiones, autos lujosos, yates, aviones y todas las comodidades  que propicia este sistema corrupto y dueño de esta despreciable manera de vivir, que atenta contra la vida de miles y miles de hogares, que sufren las secuelas de este diabólico mal. De nada sirven el Mea Culpa o los golpes de pecho posteriores por parte de encumbrados falsos moralistas, alcahuetas por tolerante omisión y silencio.

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