Los anhelos de paz, de dignidad, de igualdad, han sido llevados históricamente en nuestros países por personas y grupos que han ensayado todas la formas de lucha.
La victoria de un movimiento progresista en la actual República de Colombia, nos obliga para pensar en la gran nación que fuimos. La que desveló al Libertador de nuestras patrias nacidas gemelas de su alma.
Los anhelos de paz, de dignidad, de igualdad, han sido llevados históricamente en nuestros países por personas y grupos que han ensayado todas la formas de lucha.
Este último 19 de junio, habló, se expresó, el pueblo colombiano de a pie, con su mestizaje, con sus realidades y sus valores para levantar esas esperanzas. Mucho trabajo tendrá hacia dentro de la patria hermana el nuevo presidente y su equipo de gobierno para cumplir promesas. Para concretar expectativas de su pueblo.
En las condiciones de relación entre nuestras naciones, debemos prepararnos para lo que no se ha dado en los últimos años. Para un diálogo sincero y constructivo. A favor de la gente común. Diálogo y acciones con participación verdadera de la gente de ambos países y especialmente la de la frontera extensa que desde los aborígenes no ha hecho nunca caso a las diferencias para mezclarse, para reconocerse, para hermanarse, para ayudarse.
En primer lugar hemos de descubrir con la práctica y reconocer a partir de allí, que el pueblo colombiano no es nuestro enemigo, como lo sabemos, pero que tampoco lo es el gobierno. Un gobierno hermano que expresa toda la población vario pinta de Colombia y no solo a un sector o todos los sectores de la oligarquía, sin dejar de reconocer y validar los derechos de estos grupos
Luego debemos entender neogranadinos y venezolanos, que de verdad es la primera vez en que coinciden en ambos países de la Gran Colombia, oportunidades para potenciar las amplias posibilidades de nuestra gente, de nuestra geografía. Debemos desechar la tesis creada de que la riqueza venezolana es para la rapiña, y que el bien de los granadinos es malo para Venezuela. La unión posible y necesaria, dentro de las circunstancias y realidades actuales, es bien para todos es provecho para todos. Sumarnos solo debe amenazar a quienes se benefician de divisiones y debilidades de nuestros pueblos.
Las primeras propuestas del presidente Petro para dar salida al mar por el lago o por el Orinoco a productos de exportación colombianos, o la necesidad de Venezuela para acceder con sus productos al pacífico, usando facilidades de Nueva Granada no es un sacrilegio. Es una forma de entre ayudarnos.
Una visión global al tema Colombia y Venezuela es muy urgente, una visión patriótica, de patria grande es vital. Y los ciudadanos. La atención a los que han seguido pasando a ambos lados con sacrificio, con beneficio solo para mafias y “autoridades” inmorales de ambos lados. Es tarea demorada, tratar el asunto de la identidad, los wayúu lo hacen desde siglos y nos dan ejemplo. Una buena parte de nuestros apellidos están mezclados.
El pueblo oía a sus gobernantes y practicaba lo que le permitía sobrevivir, especialmente en la frontera. Oír al pueblo. Ver cómo actúa e imitarlo. Sumar lo que nos llevó a Boyacá, sumar lo que llevó a Atanasio Girardot para morir envuelto en una bandera que mantiene sus colores.
Sumar y dar importancia a lo que lo tiene. Mucho más a Antonio Ricaurte volando con el polvorín de San Mateo, historia en la mente de nuestro pueblo, que a los comerciantes interesados en la separación que los beneficia.
Finalmente, oír a Simón en su última proclama de Santa Marta: ” SI MI MUERTE CONTRIBUYE PARA QUE CESEN LOS PARTIDOS Y SE CONSOLIDE LA UNIÓN, YO BAJARÉ TRANQUILO AL SEPULCRO”.