El líder de Catar, jeque Tamim bin Hamad al Thani, respondió que su país “ha sido sujeto de una campaña sin precedente contra una nación sede”.
La decisión de Catar, de lanzar su candidatura para albergar el Mundial de 2022 causó inquietud desde el comienzo.
¿Por qué un emirato del Medio Oriente, con menos de 3 millones de habitantes y poca tradición futbolística querría organizar el mayor suceso deportivo del mundo?, preguntaron muchos.
Varios escépticos consideraron que el país sólo quería usar el prestigio del Mundial, que comienza el domingo, para limpiar su imagen de país productor de gas natural con pocas conexiones internacionales y con antecedentes cuestionables en materia de derechos humanos.
Consideraron la decisión, que costará al país unos 220.000 millones de dólares un caso clásico en que se utiliza el deporte como un foro para pintar una imagen distinta a la que muchos perciben sobre un país o una empresa.
Difícilmente se trata de un concepto nuevo. El dinero del Medio Oriente ha financiado proyectos deportivos desde hace años. Pero donde muchos ven a naciones ricas que gastan dinero para unirse a la elite global otros perciben intentos oscuros por ocultar reputaciones dudosas.
Puedes leer: Polémica con periodista en Catar
¿Catar, lavado deportivo de imagen?
“El Mundial de Catar abrió la discusión sobre este lavado deportivo de imagen y sobre los derechos humanos en el mundo del fútbol. La curva de aprendizaje ha sido complicada para todos nosotros”, dijo Lise Klaveness, presidenta de la federación noruega de fútbol, durante un evento reciente del Consejo de Europa.
También la ministra del Interior de Alemania manifestó su preocupación por llevar el certamen a Catar, al declarar que “ningún Mundial deber realizarse en un vacío”.
“Hay criterios que deben seguirse, y sería mejor no otorgar esto a Estados así”, añadió la ministra Nancy Faeser el mes pasado, en un comentario que encendió tensiones diplomáticas.
El líder de Catar, jeque Tamim bin Hamad al Thani, respondió que su país “ha sido sujeto de una campaña sin precedente contra una nación sede”.
La Copa del Mundo constituye sólo una forma en que Catar está empleando sus colosales riquezas para proyectar una influencia deseable al exterior. Al adquirir los derechos para organizar eventos e invertir miles de millones de dólares en capitales europeas —como la compra del rascacielos londinense The Shard— el país se ha integrado en las finanzas internacionales y ha tendido una red de apoyo.
París Saint-Germain, PSG, el club más poderoso de la liga francesa, es propiedad del emir de Catar. Su compra en 2011 llegó un año después de que Catar obtuvo el derecho de organizar el Mundial.
Para muchos, todo fue como un libreto en busca de demostrar que el país actuaba de buena fe respecto del fútbol. Algunos jugadores del PSG figuran entre los más famosos del mundo, incluidos el argentino Lionel Messi, el brasileño Neymar y el francés Kylian Mbappé. Los tres estarán en el Mundial.
Grandes eventos deportivos
Catar, que comparte con Irán el mayor yacimiento submarino de gas natural, se ha ido ganando un nombre como organizador de grandes eventos deportivos.
Albergó los mundiales de gimnasia y atletismo, preludios de esta Copa del Mundo de fútbol, que le costará al país unos 220.000 millones de dólares. Catar podría aprovechar de que, más allá de las críticas que apuntan a una nación en la antesala de un evento, la mayoría termina juzgando la realización de éste por su calidad en sí misma.
El país reclutó a cientos de aficionados para que viajen gratis al Mundial, a cambio de promover contenido elogioso del evento y del anfitrión en las redes sociales.
En momentos en que se acerca el Mundial, las acusaciones sobre derechos humanos y corrupción han sido temas principales. Seguirían siéndolo hasta que la copa se entregue el 18 de diciembre.