Con la salida de los actores que dieron inicio a la trama, la serie parece haber quedado a la deriva. Al menos para los fanáticos que elevaron el proyecto a uno de los más vistos de Netflix.
La sexta temporada de Élite llegó a Netflix el pasado viernes 18 de noviembre. Si bien desde su debut en la plataforma se ubicó en el puesto número 2, alcanzar el primer lugar ha sido casi imposible.
La posición de honor la ocupa una telenovela: Hasta que la plata nos separe. La cual por cierto se estrenó primero en TV antes de llegar al servicio de streaming. El éxito le ha sonreído a esta última por varias semanas consecutivas, dejando a «caballitos de batalla» fuera de la carrera por el primer lugar.
¿Qué ha hecho que a «Élite» se le vuelva inalcanzable ese codiciado puesto?
En primer lugar la ausencia de, siquiera, un miembro del elenco original. Con la salida de los actores que dieron inicio a la trama, la serie parece haber quedado a la deriva. Al menos para los fanáticos que elevaron el proyecto a uno de los más vistos de Netflix.
En esta ocasión, no existe ningún vínculo con aquellos personajes, que han muerto o simplemente se graduaron de Las Encinas (colegio en el que se desarrolla la trama). Esto pudo haber alejado definitivamente al público que la seguía desde un principio.
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Otro factor que ha hecho que la popularidad del proyecto se venga a pique es su repetitiva historia. Contada en todas las temporadas con una fórmula tan estirada que resulta previsible y tediosa. Un muerto, el crimen, varios sospechosos, mucho drama, sexo, alcohol, fiesta y drogas sin sentido ni lógica, se amalgaman con argumentos tirados por los pelos.
Incluidos padres ausentes o personajes de carácter que refuercen la supuesta realidad. Quizás varios de estos factores, o todos en conjunto, han diluido el interés de la audiencia, que no solo ya no se cree el cuento sino que prefiere invertir su tiempo en nuevas propuestas.
Sepultada
Otro factor determinante se ancla a la construcción de los personajes, cuya superficialidad es tal que sus acciones no tienen consistencia. Es como si con el paso del tiempo y con las drásticas experiencias de vida, de temporadas anteriores, sigan siendo los mismos.
Es decir, no crecen, aprenden o maduran, y en su lugar se muestran inmutables cuando la realidad no es así. De hecho, reaccionan con la misma actitud a todo. Esta madurez inexistente resta credibilidad desde muchas aristas y hace el pasticho difícil de masticar y tragar.
Por otro lado, en su afán de sumar personajes al drama, en ocasiones son tantos que desvían constantemente la atención. Con situaciones tan innecesarias como el ya aburrido te quiero te odio.
Para mantener el listón de la polémica o modernidad en alto incluyen esta vez a un personaje trans. El cual no solo se muestra desde la superficialidad como un ser inseguro, sino que, además, buscan volverlo inestable.
Y como guinda del pastel, los temas de drogas, homosexualidad, alcohol, sexo y promiscuidad repiten tan exageradamente que rayan en lo ridículo. Sin duda ya va siendo hora de darle un fin a Élite. ¿No?