Los emojis han pasado de moda para los adolescentes, que prescinden de ellos en sus conversaciones. Ahora, han pasado a formar parte únicamente del lenguaje “adulto” en las redes sociales.
Las conclusiones fueron sacadas de un reciente estudio desarrollado por Carmen Pérez Sabater, profesora del departamento de Lingüística Aplicada de la Universitat Politècnica de València (UPV), España.
El estudio fue presentado en el congreso 18th International Pragmatics Conference celebrado en julio en Bruselas (Bélgica), según ha informado la UPV.
La investigadora comparó el uso de los emojis entre adultos y adolescentes en mensajes de conversación.
Para ello, analizó casi 103.000 mensajes de WhatsApp y cerca de medio millón de palabras. Después, se concluyó que el uso de emojis entre jóvenes -con edades comprendidas entre los 12 y los 16 años- es residual, tanto en conversaciones en grupo como individuales.
Prescindir de emojis para diferenciarse
En sus mensajes de WhatsApp predomina el texto -el 79% de los mensajes analizados contenían sólo texto- y audios y vídeos; un 19 % incluían exclusivamente estos contenidos multimedia.
Por otra parte, los jóvenes siempre quieren distinguirse y la ausencia de emojis es simplemente una especie de protesta o reacción ante los millones de estos iconos que usan sus padres. Es su manera de diferenciarse”.
Por el contrario, los adultos incluyen los emojis con mucha más frecuencia, especialmente cuando interactúan en grupos de amigos. De hecho, un 23% de sus mensajes están formados solo por emojis y un 14% por texto y emojis.
“Los adultos los incluyen con el objetivo de mostrar afectividad en sus comunicaciones y evitar el silencio, porque son elementos que se tienen a mano para reaccionar rápidamente ante un vídeo o un meme enviado al grupo y así reconocer el esfuerzo que ha hecho por mantener activo el chat y la relación entre sus miembros”, declara Pérez.
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Solo 40% del texto de los adultos prescinde de emojis. Tanta es la diferencia que, según el estudio, los jóvenes se intercambian cerca de un 83% de texto puro, mientras que los adultos sólo 40%.
La autora del estudio confiesa que cuando presentó este dato en el congreso de Bélgica hubo un silencio “sepulcral”, porque nadie se esperaba una diferencia tan marcada.
Con información de El Nacional
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