Google nació hace casi 26 años, y lo hizo con una forma novedosa para la época: los resultados de una búsqueda respondían a la presencia de las palabras claves en su texto, y a su popularidad (las visitas recibidas) y, el ingrediente clave, a la evaluación humana positivo de esos sitios.
Expresada en cuántas páginas enlazaban a ellos, similar a cómo se valora un texto científico por ser más o menos citado. Si todo el mundo coincide que un sitio es relevante para tal tema, ese sitio estará enlazado en otras páginas.
Google: ¿Búsquedas dónde terminan?
Desde entonces construyó un imperio siempre en crecimiento, siempre con aristas nuevas, y siempre con el buscador en el centro del negocio: el buscador de Google es todo, y juega un rol central en la web tal como la conocemos (tiene casi el 90% del mercado): si no está en Google no existe. O puede que exista, claro, pero ¿qué sentido tiene buscarlo? Lo más probable es que en los primeros links listados esté la respuesta.
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Pero eso ha ido cambiando con los años: hace ya mucho tiempo Google entendió que un montón de respuestas podían resolverse en el sitio mismo: dejar de hacer de Google un distribuidor de visitantes, y transformarlo en un destino en sí mismo. ¿Querés una calculadora? ¿La cartelera del cine? ¿Saber si hará frío el fin de semana? ¿La edad de una actriz? ¿Un resultado deportivo?
Todo eso (y mucho más) tiene, como primer resultado, un contenido alojado en el propio sitio de Google. Hace años que a este contenido se lo llama “zero click” (sin clic, en inglés), en referencia a que es una búsqueda que no termina en otro sitio, sino que se queda ahí, en Google.com. No se hace clic en ningún link de los resultados.
Con información de La Nación
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