Aunque en todo el país los padres enfrentan problemas para encontrar leche de fórmula con la que alimentar a sus hijos, el problema es especialmente grave entre las mujeres negras e hispanas.
Capri Isidoro rompió a llorar sentada en una silla en la oficina de una asesora de lactancia. La madre de dos hijos ha tenido problemas para amamantar a su bebé de un mes desde que nació, cuando el hospital la alimentó primero con fórmula láctea sin preguntarle antes si quería darle el pecho.
Ahora, tras un enorme retiro de productos del mercado por motivos de seguridad y las interrupciones del suministro que han causado escasez en todo Estados Unidos, tampoco puede encontrar la fórmula específica que ayuda a que su hija no padezca gases dolorosos.
“Esto es muy triste. No debería ser así”, afirmó Isidoro, quien vive en Ellicott City, un suburbio de Baltimore. “Necesitamos fórmula láctea para nuestra niña, ¿de dónde va a salir?”.
Aunque en todo el país los padres enfrentan problemas para encontrar leche de fórmula con la que alimentar a sus hijos, el problema es especialmente grave entre las mujeres negras e hispanas. Históricamente, las mujeres negras han enfrentado obstáculos para la lactancia, como la falta de apoyo en los hospitales, una mayor presión para emplear fórmula y otros obstáculos culturales. Es apenas una de las muchas desigualdades que enfrentan: también tienen más probabilidades de morir por complicaciones con el embarazo y es menos probable que los doctores se tomen en serio sus dolores.
Las familias de bajos ingresos enfrentan su lucha en particular, ya que son las principales compradoras de fórmula láctea en Estados Unidos. Los expertos temen que las pequeñas tiendas de comestibles de barrio que atienden a estas poblaciones vulnerables no se abastezcan tanto como las grandes superficies y que estas familias no tengan recursos ni medios para hacerse con el producto.
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Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) estiman que el 20% de las mujeres negras y el 23% de las hispanas practican la lactancia materna exclusiva durante los seis primeros meses de vida de sus bebés, frente al 29% de las blancas. El promedio general es del 26%. Los hospitales que fomentan la lactancia materna y el respaldo a esta práctica suelen ser menos frecuentes en los vecindarios negros, según los CDC.
La Asociación de Enfermeras de Salud de la Mujer, Obstetricia y Neonatología dijo también que las mujeres hispanas y negras calificadas como empleadas de bajos ingresos tienen menos acceso al respaldo a la lactancia en sus puestos de trabajo.
Las disparidades raciales se remontan muy atrás en la historia de Estados Unidos. Las exigencias del trabajo esclavo impedían que las madres amamantaran a sus hijos y sus propietarios solían separarlas de los bebés para que ejercieran de nodrizas, dando el pecho a los hijos de otras mujeres.
En la década de 1950, la publicidad orientada racialmente promovía la fórmula con el argumento falso que era una fuente de mayor valor nutricional. Adicionalmente, los estudios siguen demostrando que en los hospitales se suministra fórmula a bebés de madres negras con mayor frecuencia que a los de madres blancas, como le sucedió a Isidoro después de su cesárea de emergencia.
Los médicos dicen que la alimentación con fórmula reducirá la lactancia, lo que a su vez reducirá la producción de leche materna por falta de estímulo.
Una cuestión inducida
Andrea Freeman, autora del libro “Skimmed: Breastfeeding, Race and Injustice”, dijo que estas madres no reciben la asesoría necesaria cuando deben decidir entre la alimentación con el pecho o el biberón. Sus empleos también suelen interferir con el espacio y el tiempo necesarios para darle pecho al bebé, dijo Freeman.
“Nadie se hace responsable del hecho de que han orientado a las familias no blancas hacia el uso del biberón durante tanto tiempo que la gente confía en eso y no tiene elección. Adicionalmente, cuando falla, nadie se hace responsable”, dijo Freeman.
La práctica de amamantar suele verse influenciada por las generaciones anteriores y algunos estudios indican que el amamantamiento cuando era bebé favorece a la nueva madre.
Kate Bauer, profesora de Ciencias de la Nutrición en la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Michigan, dijo que ya en febrero supo de familias negras y latinas de Detroit y Grand Rapids que no conseguían fórmula para sus bebés en las pequeñas tiendas locales.
Se les dijo a algunas que fueran a la oficina local del Programa Especial de Nutrición Suplementaria para Mujeres, Bebés y Niños (WIC, por sus siglas en inglés), el programa federal de apoyo a las futuras y nuevas madres de bajos ingresos. Entre el 50% y el 65% de la fórmula en Estados Unidos se adquiere a través del programa.
“Ir a la WIC es tarea de todo el día para algunas mamás”, dijo Bauer.
Teme que, llevadas por la desesperación, algunas madres ensayen alimentos que no son adecuados para bebés menores de seis meses.
Yury Navas, una inmigrante salvadoreña que trabaja en un restaurante y vive en Laurel, Maryland, dice que no producía leche suficiente y no encontraba la fórmula adecuada para su bebé de tres meses, José Ismael. Algunas le provocaban vómitos, diarrea y malestar.
Cierta vez, su esposo y ella condujeron media hora hasta una tienda donde unos trabajadores les dijeron que tenían el tipo que necesitaba, pero no había cuando llegaron allí. Su esposo sale todas las noches a buscar farmacias alrededor de la medianoche.
“Es tan difícil encontrar este tipo”, dijo, diciendo que a veces se les acaba antes de que puedan obtener más fórmula. “El bebé llorará y llorará, así que le damos agua de arroz”.
En un día reciente, se quedó sin su último contenedor y llamó a un grupo de defensa que le había dicho que trataría de conseguirle algunos en una cita en cinco días. Sin embargo, el grupo no pudo garantizar nada.