“Vuelvanse a Dios, porque el reino de los cielos está cerca” ( Juan el Bautista) Mt.3:2
Tiempo de reencuentro que engendra el espíritu de la paz. Lo recordamos en el anuncio del ángel a los pastores que colocamos en letras de plata y luces resplandescientes sobre el nacimiento, sobre el árbol, en los dinteles de la casa. Pero muchas veces la paz queda sola allí instalada, allí colocada, allí colgada.
La paz que trae la navidad, la paz que predica, que aconseja y reclama no es ni el adorno, sino una actitud, un modo de vivir. La navidad exige paz. Que Dios venga a nosotros, a nuestros días, a nuestras vidas, a nuestra sociedad que exige paz, requiere paz. San Bernandino de Siena, repetía: ” ¿Crees que Dios está en tu casa cuando allí se mantiene la guerra y la discordia? Indudablemente que no. Solamente desea morar donde hay concordia, paz y tranquilidad.
Instalado en Belén, iluminando el árbol, la casa ha de llenarse de alegría. Aceptada la navidad, el corazón ha de vestirse de concordia, paz y tranquilidad. Van juntas todas estas realidades. Nunca secundarias. Van juntas siempre, la navidad y cada una de ellas. Un corazón está tranquilo y con paz, cuando a su alrededor no hay corazones intranquilos, sufrientes. Dios viene para todos. Solo podemos tener paz, si no la proporcionamos.
Tiempo es este de dar y compartir. Es muy importante la manera de dar y de sentir que se da. El escritor persa del siglo XV, llamado Dshamín, escribió el siguiente texto: ” Preguntaron cierta vez a un hombre generoso: cuando envías regalos a los pobres y das dádivas a los necesitados ¿no sientes a veces cierto malestar o molestia cargar lo que significa el tener que preocuparte siempre de los pobres?. El hombre contestó a sus amigos: que ocurrencia la vuestra! Al hacer el bien y dar regalos me parezco al cucharón en manos del cocinero. Cuando el cocinero reparte siempre lo entrega al cucharón que permanece en silencio”.
Así es Dios, induce a que repartas pero se mantiene en silencio para que aquel cumpla con su santa voluntad.
Feliz navidad, despojados de tanto sentimiento negativo y entreguémonos a la fraternidad y amor que nos imparte el divino niño de Belén.