En Medio Oriente el fútbol femenino se abre paso poco a poco en medio de su contexto social.
Sarah Asimrin aún lo escucha de sus tíos: “Eres una niña, no está bien”. Pero recientemente Asimrin, de 13 años estuvo en el campo de su club de fútbol en Jordania entrenando junto a niñas y niños.
Su hermana pequeña, Aya, también juega al fútbol y a pesar de la reticencia de algunos tíos, la familia las apoya. Es más, su padre es entrenador en una academia privada en la capital Amman.
El fútbol femenino ha quedado en el olvido en el Medio Oriente, una región que vive con pasión el fútbol masculino y albergará su primera Copa Mundial este mes en Qatar. El juego femenino se ha visto impedido por la falta de financiación y la actitud conservadora que dice que las niñas no deben jugar o que los uniformes son muy reveladores.
Pero hay señales de impulso en algunos lugares. Su crecimiento depende de la promoción activa de los gobiernos. Donde ello se produce, no tarda en captar el entusiasmo que estaba contenido entre las chicas y mujeres, y puede cambiar la percepción de la población.
Jordania ha sido líder, con una de las selecciones más exitosas en la región y una red de ligas juveniles y escolares.
Otros han comenzado a avanzar. El mes pasado se llevó a cabo el primer duelo femenino de la Liga Premier en Arabia Saudí, país en el que permitieron apenas a las mujeres asistir a un partido en 2017.
Nuevos torneos le han dado la oportunidad a los equipos femeninos de competir de manera internacional y sus partidarios esperan que anime a la creación de más equipos.
Las confederaciones de Asia y del Oeste de Asia llevaron a cabo el primer campeonato de clubes femeninos en el 2019. La federación africana organizó su primer torneo de clubes femeninos el año pasado en El Cairo, y la edición de este año se inauguró esta semana en Marruecos, repartiendo 400.000 dólares como premio a las ganadoras — aunque esa cifra palidece con respecto a los 2,5 millones que el campeón masculino recibe.
Masar Athamneh, de 20 años e integrante del equipo femenino del Orthodox Club de Amman, dice que ha jugado desde que tiene 12 o 13 años. Solía juntarse con su hermano y los chicos en el campo del vecindario para ver las ligas europeas en televisión.
Espera que algún día disputar encuentros internacionales con la selección de Jordania.
“A veces enfrentamos algunas dificultades, por supuesto, como: ‘Este deporte es sólo para niños u hombres’, ‘¿Por qué utilizas pantalones cortos?’ y así. Es un gran problema que enfrentamos”, dijo. “Pero creo que con el tiempo ha mejorado”.
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La federación jornada brinda ayuda económica a los clubes para establecer equipos femeninos, propiciando la participación de clubes conservadores, dijo el analista deportivo Owni Fraij.
La financiación sigue siendo el mayor problema. Los clubes tratan a los equipos femeninos que no generan ingresos “como cierto lujo”, dijo.
En lugares en los que la política y la oposición social se cruzan, las entusiastas niñas han encontrado la manera. Por ejemplo, aunque el fútbol femenino está relativamente activo entre palestinas en Cisjordania, prácticamente no existe en Gaza.
El retroceso más trágico fue en Afganistán. Cuando el Talibán retomó el poder hace poco más de un año aplastaron la naciente escena del fútbol femenino.
Cientos de atletas huyeron. Australia evacuó a la selección femenina y Portugal recibió al equipo naciones de niñas, en tanto que las integrantes del programa de desarrollo fueron trasladadas a Gran Bretaña.
Quienes se quedaron vieron su vida sofocada por la prohibición de los talibanes al deporte femenino, que niñas adolescentes vayan a la escuela y la restricción de movimiento de las mujeres en público.
Sabera Akberzada jugaba como defensora central en su equipo en la escuela secundaria. Ahora la chica de 17 años no puede jugar o ir a la escuela. Ha perdido contacto con las mayoría de sus compañeras.
“La vida pasó a ser un infierno para nosotras, como mujer no tenemos hacer lo que queremos”, dijo Akberzada, quien anhelaba con llegar a jugar con el seleccionado de Afganistán. “Desafortunadamente, mi sueño quedó en un mero sueño”.
Khalid Popal, excapitana de la selección femenina, ahora reside en Dinamarca y trata de mantener vivo el deporte y gestiona para sacar a las integrantes de la selección Sub15 que aún se encuentran en Afganistán.
“Me preocupo tanto y lamento la situación de las mujeres, jovencitas que sólo aspiran a ser independientes”, dijo. “No creo que las mujeres volverán a participar de actividades deportivos otra vez en Afganistán”.