A sus 83 años, el carismático Joseph Tabban dejó una huella imborrable en la ciudad de Coro, la cual acogió como su ciudad y en la que cristalizó su visión emprendedora.
Llegó de Siria cuando apenas tenía 14 años, como el hermano mayor de seis, tuvo la responsabilidad de salir de su país en búsqueda de un mejor futuro.
Los embates de la Segunda Guerra Mundial obligó a muchas familias a emigrar y los Tabban no escaparon de ello.
Su padre llegó a tierras venezolanas por un hermano y tras medio estabilizarse pidió que le enviaran a Joseph para capitalizar los recursos que le permitiría poner a salvo a toda su familia.
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Entre su inocencia y la llegada de la responsabilidad pisó el Puerto de La Guaira con muchas ilusiones, luego de 32 días de viaje en barco para atravesar el Atlántico.
Como su padre tenía de oficio picar piedra de forma artesanal y su tío era albañil, logró tener primer empleo y la misión era cargar sacos de cemento de 50 kilos hasta un tercer piso.
Con su valentía incursionó en el comerciante informal por las calles de Petare y mas tarde en Altagracia de Orituco.
Posteriormente llegó a Barquisimeto con la ayuda de otro tío, en donde pudo adquirir una bicicleta de reparto.
En la ciudad crepuscular conoció a su gran amor, Nadia Zabeta, una niña que se vinculó a él por el juego con sus hermanos.
Como lo era en ese tiempo, los abuelos emparentaban la descendencia y así fue como Joseph y Nadia se casaron.
La llegada de Joseph Tabban a Coro
Con la influencia de otro tío llegó a las tierras corianas y con el compromiso del matrimonio no se quedó de brazos cruzados.
Mercadeaba lo que fuera posible para tener el sustento, pero un día le pidieron que sirviera de compañía para un viaje a Maracaibo.
Como no tenía cosas pendientes accedió y al llegar allá se topó con una fábrica de pantys, un juego de mesa hecha con tubos y sus cuatro sillas.
Aunque su oficio no era fabricar, con solo la observación se llegó consigo cada procedimiento para elaborar el juego de pantys.
Es de resaltar que para la época era el boom de la moda y de las comodidades por su versatilidad.
Cuatro meses aproximadamente le tomó a Tabban fabricar el juego de mesa y sillas, por su poca práctica y solo tenía el tiempo libre.
No fue la pieza más prolija pero con fé en su trabajo paseó las calles de Coro para buscar comprado, acción que le tomó unos cinco meses.
Adversidad que no detuvo su visión emprendedora siguió fabricando, perfeccionando y mejorando las terminaciones de su producción.
De allí surgió la industria Tabban, un negocio familiar en el que los cinco hermanos se aliaron como sociedad para sacar adelante su negocio.
Por 40 años resultó funcional y rentable hasta la llegada de la industrialización, lo que le motivó a buscar otras ramas.
Entre ella la venta de artículos de ferretería y la construcción de galpones.
Un Tabban irrepetible que acogió a Coro como su tierra natal
El señor Tabban a sus 83 años seguía lúcido, alegre y siempre dado a dar un buen consejo y una animadora palabra.
Su día estaba entre sus actividades en el Centro Comercial Doña Antonella ubicada en la avenida Manaure, e domingo con sus amigos y su casa.
Si hijo Miguel Tabban, sentido por la pérdida admitió que su héroe había partido podía sentirse tranquilo porque murió aquí en Coro.
“A pesar de que viajó por tantos países y conoció muchas ciudades, siempre decía que quería legar al final aquí en su querida Coro”.
Y aunque las lágrimas no tuvieron pena en salir y el nudo en la garganta trabó su tono de voz afirmó que su legado será imborrable.
“Mi papá el amigo, el consejero, el conciliador, el juez de paz, todos le conocían por su trato especial y corazón humilde”.
Una comunidad testigo de su generosidad
Chepina Pineda narró que su madre Camila conoció a Tabban y este les vendió las primeras estructuras del comedor popular universitario.
Enfatizó que aún se conservan aunque el comedor no este en funcionamiento.
Por su parte, María Zabeta, recalcó que Tabban ayuda a todo el mundo, no se negada a dar una mano amiga, tenía un corazón muy grande.
“Era un ser que brillaba con luz propia porque vi innumerables familias tenerle como plataforma para surgir e independizarse, era visto como un padre”.
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