El papa Francisco ha muerto a los 88 años tras un pontificado marcado por la sencillez de un carácter amable y cercano que intentó orientar el rumbo de la Iglesia hacia las periferias del mundo, los pobres.
El argentino Jorge Mario Bergoglio fue elegido tras la inesperada renuncia de su predecesor, Benedicto XVI, y se convirtió el 13 de marzo del 2013 en el primer papa procedente de Sudamérica, el primero jesuita y el primero también que elegía ese nombre. Lo hizo en honor a San Francisco de Asís, fundador de la orden Franciscana, basada en la austeridad y la atención a los más desfavorecidos.

Bergoglio nació en Buenos Aires en el seno de una familia modesta de inmigrantes italianos. Su padre era ferroviario y su madre, ama de casa.
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En su juventud se graduó como técnico químico, pero a los 21 años decidió convertirse en sacerdote e ingresó en un seminario jesuita de la capital argentina, ciudad de la que más adelante se convertiría en arzobispo.

A los 76 años, fue proclamado el papa número 266 de la Iglesia Católica e inició un papado que sembró grandes expectativas y que abrió las puertas a una transformación de la Iglesia Católica.
Los gestos que marcaron la diferencia
Su elección sorprendió a los fieles porque el suyo era un nombre que no aparecía en las quinielas de papables. Cada gesto de Francisco tras ser entronizado, sorprendía por su austeridad.
El nuevo papa —que desde su nombramiento rechazó el coche oficial y regresó en autobús junto al resto de cardenales— volvió a asombrar al elegir como su hogar la Residencia de Santa Marta y no el habitual Palacio Apostólico en el que residieron sus predecesores.

Ya en su primera aparición como vicario de Cristo ante una abarrotada Plaza de San Pedro, Francisco eligió vestir sotana, esclavina blanca y zapatos negros, en vez de muceta, roquete y zapatos rojos.
Además, primero se inclinó ante los fieles para recibir su bendición, en lugar de darla él, como es habitual, un gesto que ya daba pistas sobre la Iglesia horizontal y cercana que quería construir.
Durante sus 12 años de pontificado, en los que ha gozado de un alto apoyo popular, ha apostado por construir una Iglesia Católica más social, transparente y universal.
Con información de portales
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