En 2015, James Hamblin, médico especializado en medicina preventiva y profesor en la Universidad de Yale, tomó una decisión que desafía todas las normas sociales establecidas y conocidas: dejó de bañarse.
Con el objetivo de investigar los efectos de una higiene mínima en la salud de la piel y el bienestar general.
Con 40 años, el experimento de Hamblin buscaba explorar y demostrar con su propio cuerpo cómo las prácticas de higiene modernas influyen en nuestra salud.
“Me siento perfectamente bien. Te acostumbras y se vuelve normal”, comenta Hamblin, quien ha limitado su higiene al uso de jabón de manos.
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La hipótesis que sirvió como punto de partida para el experimento de Hamblin se centra en permitir que el cuerpo conserve un equilibrio natural de aceites y microbios en la piel. Él argumenta que, al disminuir el uso de productos de higiene agresivos, el cuerpo regula su producción de aceite y mantiene un ambiente microbiano más equilibrado y saludable.
Con información de Mundo Deportivo
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