El número de muertos por un gran terremoto que golpeó el viernes a Birmania ha superado los 1.600, según cifras del Gobierno militar, mientras que los equipos de rescate, a los que se han sumado efectivos de países como China, Rusia o Malasia, continúan una búsqueda desesperada de supervivientes.
El sismo de magnitud 7,7 sacudió el centro de Birmania, seguido minutos después por una réplica de magnitud 6,7. Los testimonios que llegan desde dentro del país e imágenes en redes sociales muestran la devastación en Mandalay, la segunda ciudad más grande, donde carreteras, edificios y varios templos han quedado destruidos.
Primero, un golpe de Estado arrancó el fallido experimento democrático en Birmania, hogar de 57 millones de personas, devolviendo al país de las pagodas y del jade a un reciente pasado de represión militar.
Después, llegó una sangrienta guerra civil que, durante cuatro años, ha dejado tres millones y medio de personas desplazadas de sus hogares y a más de un tercio de la población al borde de la hambruna. El último estacazo al pueblo birmano ha sido el fuerte terremoto. Pero ni siquiera podemos conocer la dimensión de su devastación porque su epicentro ha estado en uno de los lugares más aislados del mundo exterior.
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“El temblor duró alrededor de dos minutos y después estuvimos varias horas sin luz”, cuenta una residente de Yangón, la ciudad más grande de Birmania, que respondía a un mensaje por la aplicación Signal después de recuperar la conexión tras la sacudida el viernes al medio día de un potente seísmo que también provocó daños en países vecinos como Tailandia, China y Vietnam.
Con información de El Universal