El chisme puede tener connotaciones negativas para algunas personas, ya que se suele asociar con rumores malintencionados, comentarios despectivos o noticias sensacionalistas.
No obstante, los investigadores subrayan que hablar de otras personas en su ausencia es una compulsión muy humana y no tan frívola como parece.
Chismear para sobrevivir
Se ha descubierto que los seres humanos estamos programados para prestar atención a los chismes y compartirlos. Este comportamiento no es casual, puesto que forma parte de una adaptación evolutiva que ha sido vital para nuestra supervivencia social.
«En la prehistoria, quienes se fascinaban por la vida de los demás tenían más éxito», indica el profesor en psicología Frank McAndrew, quien detalla que nuestros antepasados progresaban en su entorno social cuando conocían información de aquellos que los rodeaban.
«¿Quién se acuesta con quién? ¿Quién tiene poder? ¿Quién tiene acceso a los recursos? Y si no se te daba bien eso, no tenías mucho éxito», agrega.
Consolidación de grupos sociales
Algunos expertos piensan que el chisme desempeñó un papel importante en la expansión de las redes sociales humanas, ya que permitió a nuestros antepasados identificar en quién podían confiar, lo que a su vez facilitó la formación de grupos móviles cada vez más grandes.
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«El chisme, en este sentido amplio, desempeña diversas funciones en el mantenimiento de grupos socialmente funcionales a lo largo del tiempo», señala el psicólogo evolutivo Robin Dunbar.
Con información de RT
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