Aunque el repunte en las encuestas se dio en la recta final de la carrera, su sorpresivo pase a segunda vuelta lo deja a un paso de la Casa de Nariño.
Los asesores ya saben la fórmula para crear al perfecto ‘outsider’: redes sociales, verbos incendiarios, polémicos videos, antipolítica y unas buenas dosis de mano dura.
El aspirante Rodolfo Hernández siguió la receta y logró colarse para la segunda vuelta presidencial en Colombia, destronando al candidato del uribismo, Federico “Fico” Gutiérrez, y poniendo en apuros al izquierdista Gustavo Petro, el favorito de las encuestas.
Pero lo cierto es que aunque su campaña se haya enfocado en mostrarlo como un aspirante ajeno al sistema, Hernández no surgió por generación espontánea.
El político de 77 años contó en su momento con apoyos clave como el del expresidente Álvaro Uribe Vélez para su ascenso como alcalde de Bucaramanga: “Él me ayudó a mí”, confesó durante su campaña a ese puesto.
Puedes leer: La advertencia de Petro sobre su rival: es un «cambio» suicida para Colombia
Además, el ahora candidato presidencial por la Liga de Gobernantes Anticorrupción tiene un expediente que pone en duda el nombre de su movimiento, ya que habría usado buena parte de su influencia para favorecer sus propios negocios y a su entorno.
Esa es la razón por la que tiene unas 30 causas abiertas por tráfico de influencias y presunta corrupción, una de las cuales tendría que enfrentar el 21 de junio, dos días después de enfrentarse a Petro en el balotaje.
El ingeniero
“¿Quién me volvió rico? Los pobres”, llegó a decir el candidato en una entrevista, en alusión al resultado de uno de los planes que ideó para vender unas casas edificadas por su constructora.
El empresario, que ahora está a un paso de la Casa de Nariño, decidió ofrecer esas viviendas como si fuesen de “interés social”, mediante un programa de 100 cuotas sin intermediación bancaria.
Por esta clase de negocios, Hernández –también conocido como “el ingeniero”– logró amasar una fortuna de 100 millones de dólares, que ahora usa para justificar su promesa de probidad en el manejo del erario público:
“Yo no necesito plata porque esa ya la trabajé”,
se le escucha decir en una de las piezas de su campaña en redes sociales.
Su plan de Gobierno, tan escueto como contradictorio, es una mezcla de posturas conservadoras y políticas de corte populista, pero en general apunta a una agenda neoliberal que propone eliminar impuestos, modernizar equipos militares, incentivar la “creación de emprendimientos digitales”, apostar al fracking y rebajar el IVA al 10 %.
Lo más llamativo es que el candidato, que votó “no” en el plebiscito por la paz en Colombia en 2016, ahora asegura que logrará su implementación y recurrirá al instrumento de ‘otrosí’ que incluya a la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) para evitar una nueva negociación.
El viejito de TikTok
El ascenso de Hernández en las encuestas ocurrió en las últimas semanas. Su estrategia, centrada en ridiculizar a sus oponentes en redes sociales, no aparecer en el último debate presidencial y presentarse como un ‘outsider’, le dio el resultado esperado en un país donde el uribismo, oficial o solapado, ya se cotiza a la baja.
Su estilo, agresivo y "frentero", hace recordar a políticos como el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, o al republicano Donald Trump, de quien emula la imagen de empresario exitoso y acaudalo que promete sacar de la pobreza a 22 millones de colombianos.
En esas similitudes también saltan los dichos xenófobos, misóginos e insultantes de Hernández, que le han valido varias investigaciones por parte de la Procuraduría.
La agresión más sonada fue la cachetada que le dio a un concejal que lo acusó de corrupto: el episodio fue banalizado por el candidato, quien durante un foro lo calificó entre risas como una estrategia de “marketing”.
Hernández ha llegado a decir que en a su país solo llegan de Venezuela “limosneros, prostitutas y desocupados”; atacó a un político independiente afirmando que lo habían “manoseado más que una prostituta de Puerto Wilches [Santander]” y hasta prometió meterle un tiro a un cliente de su constructora, después de insultarlo profusamente.
Pero lejos de granjearle antipatías, el candidato ha sacado provecho de su lenguaje antipolítico para allanarse su camino a la presidencia en las redes sociales, un campo fértil para que la agresividad sea llamada “espontaneidad” y las posturas más radicales sean consideradas como un alarde de “naturalidad”.
La derecha unida
Como era de esperarse, después de los dramáticos resultados del domingo, Fico Gutiérrez llamó a votar por el ‘ingeniero’ y lo más probable es que ese caudal de votos se transfiera automáticamente porque el uribismo, por definición, es antipetrista.
Ese escenario pone en serios aprietos a Petro, que había dominado con holgura la campaña y se alzó con 40,32 % de la preferencia electoral en la primera vuelta. Hernández sacó el 28,15 % de los votos y Fico cosechó otro 23,91 %, lo que deja una cuesta difícil de remontar para el progresismo en tan pocas semanas.
Sea como fuere, el candidato ‘outsider’ estará apoyado plenamente por el establishment que quiere impedir a toda costa que la izquierda gobierne por primera vez en la historia de Colombia, un país que el domingo decidió pasar la hoja del uribismo con un cambio, pero que aún no ha definido hacia qué dirección.
Con información de RT