No se es padre meramente por el hecho de fecundar a la mujer, sino que hay que ganarse el título de padre con la red de relaciones a base de cuidados, y cariño que los padres tejen con sus hijos.
Se ha dicho que en Venezuela hay ausencia de padre y exceso de madre. De ahí que la celebración del Día del Padre debería ser una ocasión para fortalecer y asumir responsablemente la paternidad.
No se es padre meramente por el hecho de fecundar a la mujer, sino que hay que ganarse el título de padre con la red de relaciones a base de cuidados, y cariño que los padres tejen con sus hijos.
No merecen el nombre de padres los que van sembrando irresponsablemente hijos por allí y luego se desentienden de ellos.
Algunos eminentes sociólogos, entre ellos José Luis Vethencourt y el Padre Salesiano Alejandro Moreno, afirmaban que la familia venezolana, sobre todo en las clases populares, no está conformada por el modelo tradicional de padre, madre e hijos, sino que prevalece una estructura familiar atípica, que ellos llaman matricentrada, donde la pareja como institución familiar es muy débil.
El hombre transita en torno a varias mujeres, en torno a varias familias, sin terminar de establecerse en ninguna. El padre se desentiende de los hijos y la mujer asume la responsabilidad de su crianza.
El padre queda ausente y la madre se convierte en el eje de la vida familiar. Incluso en los casos en que el hombre no se va del hogar, suele ser una figura distante y se desentiende de la educación, salud y orientación de los hijos, tarea que le toca por completo a la madre.
Con frecuencia, la ausencia del padre la llenan los tíos maternos o los padrinos. De ahí la importancia que en Venezuela adquiere el compadrazgo, pues numerosas veces los padrinos son los que responden por las necesidades emocionales, de seguridad e incluso económicas de los ahijados.
El nexo que el hombre mantiene a lo largo de la vida es con su madre. Los hijos le interesan mientras le interesa la mujer. Para él, la familia es la madre, con la que nunca termina de cortar el cordón umbilical. El hijo siempre regresa a la madre.
La mujer por su parte, se emancipa de la madre a temprana edad, pues ella misma aspira a ser madre, reproduciendo así la estructura familiar prevaleciente. Por ello, si para el varón la familia es la madre, para la mujer la familia son los hijos.
La madre, como figura central de la familia, no está dispuesta a renunciar a este papel en una sociedad fuertemente patriarcal y machista, en la que se le niegan con frecuencia derechos esenciales. Por ello, la mujer aspira a compensar esta desventaja adueñándose por completo del privilegio emocional del hijo.
Cuantos más hijos tenga, mayor será su caudal emocional, El hijo concebido suplirá la ausencia del marido que pronto se marchará. Por ello, a la mujer, más que el amor del esposo, le interesa el amor de los hijos.
La madre ve en la nuera una competidora del amor exclusivo del hijo. Por ello, no suelen ser buenas las relaciones entre ellas., Sólo después que ambas han perdido al hijo-esposo que se ha alejado de ellas en busca de otra experiencia emocional y sexual, suelen acercarse afectivamente.
De ahí la importancia, para llegar a ser auténtico padre, de que el hombre fortalezca la figura de esposo.
Afortunadamente, hay cada vez más hombres que asumen esta figura y se esfuerzan por tratar con responsabilidad y cariño tanto a la esposa como a los hijos.
Mi felicitación especial para ellos en este día. Y ojalá que seamos capaces de construir una propuesta educativa, tanto en el hogar como en la escuela, que enseñe a los varones a asumir sus responsabilidades y a considerar que las mujeres tienen los mismos derechos que ellos.
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