Cuando nos vimos por última vez, durante la inauguración de la sede del diario en Coro, recordó en público lo que le aconsejé hace 20 años mientras él terminaba de concebir el proyecto de Nuevo Día.
Esas sencillas ideas, basadas en experiencias exitosas de periódicos que no van a ser olvidadas, las potenció a su propio estilo, con una intuición siempre acertada. Y Oswaldo cambió el juego de los medios informativos en Falcón.
Los lectores han sido, desde la primera edición, el centro gravitacional del diario. A su alrededor orbitan los demás intereses de esto que también puede ser un negocio rentable y una acción política constructiva.
Oswaldo apostó en grande y con ilusión ese proceso en el que se hace el periódico fuese, a la vez, la oferta de un producto editorial de mucha calidad y un evento en el que los lectores pudieran estar involucrados. Nuevo Día, bajo su inspirada dirección, siempre ha sido un agitador cultural que produce ocasiones para que la palabra, el pensamiento y la creación fluyan de un lado a otro en el espacio comunicacional.
Sin distraer la tarea primaria de difundir las noticias, puso en marcha la generación de contenidos agregados en libros y suplementos y convirtió a Nueva Día en el promotor de encuentros en los que la gente pudiera revivir sus mejores tradiciones. Un periódico vivo, un factor que animara el movimiento social en Coro, Punto Fijo y en cada pueblo donde tuviera audiencia, fue una idea original de Oswaldo que demostró la clase de servicio y de bien público que es la información para los ciudadanos.
Él seguramente va a ser recordado por su compromiso, por la calidad de persona que tuvo y el papel que asumió entre las fuerzas sociales que han aportado mucho a Falcón en su era contemporánea. También va a conservar por siempre, estoy convencido de ello, un puesto de honor entre los editores venezolanos empeñados en convertir la comunicación en una oportunidad para estimular obras buenas y de provecho para todos.
Texto: Jesús Urbina