Las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS, por sus siglas en inglés) están a la orden del día. Se las conoce también por el nombre de “forever quemicals” o, en español, químicos eternos.
El adjetivo de “eternos” se lo han ganado a consecuencia de su extremada persistencia en el medioambiente, en el agua, en el aire y hasta en nuestra sangre.
Fue en los años 40 cuando los PFAS se introdujeron por primera vez en Estados Unidos, ya que poseen la capacidad de repeler el agua y las grasas como el aceite. De ahí su “boom” comercial.
Comenzó a utilizarse para fabricar miles de objetos de uso cotidiano y doméstico. En la actualidad, podemos encontrarlos en el teflón de las sartenes antiadherentes, en la ropa impermeable, en productos de limpieza, en cosméticos y hasta en las alfombras.
Además, como también se utilizan en los envases de comida para llevar o en pajitas de papel, puede pasar a los alimentos y, de ahí, a nuestro organismo.
¿El problema?
La exposición a PFAS se relaciona con un extenso espectro de enfermedades. Debilitan el sistema inmunitario, provocan daños hepáticos, aumentan los niveles de colesterol e influyen en la aparición de cáncer de riñón o de testículo.
La situación es tal, que instituciones como el Parlamento Europeo y la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos han declarado que la exposición a los PFAS es ya “una crisis sanitaria”.
Para más inri, cada vez más estudios están sumando más consecuencias nocivas para la salud de la exposición a los PFAS.
Hace unos días, investigadores de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) y la Universidad de Michigan, advirtieron que las mujeres con un diagnóstico previo de melanoma, cáncer de ovario o cáncer de útero tenían concentraciones más altas de estas sustancias en la sangre.
Ahora, acaba de publicarse otra exhaustiva publicación que ha llamado la atención de la comunidad científica. Se trata del primer análisis que ha podido documentar la relación entre los PFAS y un mayor riesgo de cáncer de tiroides. El trabajo, publicado ayer en la revista científica EBioMedicine supone que lo que hasta ahora era una hipótesis, se conviertan en realidad probada.
Cáncer de tiroides
Hasta ahora, los estudios que han investigado la asociación entre la exposición a PFAS y el cáncer de tiroides en poblaciones humanas eran limitados. Pero el equipo de investigadores del Mount Sinai, en EE. UU., han descubierto un vínculo y afirman que su estudio respalda que se lleven a cabo “las acciones necesarias para regular y eliminar estas sustancias químicas de las posibles vías de exposición”.
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“Con el aumento sustancial del cáncer de tiroides en todo el mundo en las últimas décadas, quisimos profundizar en los posibles factores ambientales que podrían ser la causa de este aumento. Esto nos llevó a la conclusión de que los PFAS, ‘sustancias químicas para siempre’, pueden explicar, al menos en parte, el aumento del cáncer de tiroides y son un área que debemos seguir estudiando”, apunta Maaike van Gerwen, directora de Investigación del Departamento de Otorrinolaringología de la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai y coautora del estudio.
Con información de La Razón de España
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