El patriarca de la izquierda recibirá un país extremamente fracturado, con una situación económica delicada y un Congreso derechizado.
Luiz Inácio Lula da Silva, de 77 años recién cumplidos, ha vuelto a demostrar su capacidad para sobreponerse a los grandes reveses de la vida. Este domingo ha ganado la segunda vuelta de los comicios de Brasil y se ha convertido en el primer brasileño en ser elegido tres veces presidente de la República.
Cuando el próximo 1 de enero reciba la banda presidencial de manos del actual mandatario, Jair Bolsonaro, Lula empezará a escribir un nuevo capítulo en su dilatada trayectoria, que le llevó desde una infancia marcada por la pobreza a ser el primer obrero en ocupar la primera magistratura de Brasil y a convertirse en uno de los políticos más relevantes del planeta.
El examandatario de EE.UU. Barack Obama se refirió a él como “el hombre” y destacó “su don para conectar con el pueblo”, mientras que el exprimer ministro británico Tony Blair llegó a calificarlo como “uno de los más excepcionales líderes de la era moderna”.
“Y yo, que durante tantas veces fui acusado de no tener un título universitario, consigo mi primer diploma, el título de presidente de la República de mi país”, dijo al asumir la presidencia en 2003.
Pero el Brasil que recogió Lula entonces nada tiene que ver con el que recibirá de Bolsonaro, cuyo mandato de cuatro años deja una sociedad extremamente fracturada, y un contexto económico y social lastrado por la inflación y el disparado gasto público. Además, para sacar su programa adelante deberá negociar con el Congreso más derechizado y conservador salido de estas elecciones.
Carrera meteórica
Séptimo hijo de Arístides y Lindu, una pareja de campesinos analfabetos, Lula nació el 27 de octubre de 1945 en una zona pobre y semiárida del interior del nordestino estado de Pernambuco. Antes de que él naciese, su padre emigró al estado de Sao Paulo. Siete años después, su madre viajó junto a sus hijos a Santos, en el litoral de Sao Paulo, para reunirse con su esposo, a quien terminaría abandonando por su carácter violento.
“Si existen dos personas absolutamente fundamentales para que yo llegara a ser el metalúrgico, el dirigente sindical y el presidente de la República que fui, esas dos personas fueron doña Lindu, mi madre, y Marisa, la madre de mis hijos. Dos mujeres luchadoras que tenían en común fuerza y fortaleza”, comentó en una ocasión.
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Lula trabajó desde los ocho años como vendedor ambulante y lustrabotas. A los 15 años, hizo un curso para tornero mecánico y después empezó a trabajar en una metalúrgica. Esa época de obrero le dejaría recuerdo imborrable, cuando a los 17 años un torno mecánico de la fábrica de producción de tornillos en la que trabajaba le aplastó el dedo meñique de su mano izquierda y tuvieron que amputárselo.
En la biografia escrita por Fernando Morais, Lula explicó que utilizó parte de la indemnización para amueblar pagando al contado toda la cocina de su madre. “Un armario, una mesa y cuatro sillas de fórmica, un material que estaba de moda”, relató.
Maliciosamente, Bolsonaro se ha referido a él en esta campaña como “nuevededos”.
Su primera campaña presidencial fue en 1989. Volvería a presentarse sin éxito en 1994 y 1998, y no fue hasta 2002 cuando fue elegido presidente de Brasil, cargo que ocuparía hasta 2010 y que abandonó con una popularidad récord del 87 %. Durante sus mandatos, sacó a millones de personas de la pobreza.
“Víctima de una conspiración”
El antiguo obrero metalúrgico se ha casado tres veces. Su primera esposa María de Lourdes da Silva y el hijo que esperaban fallecieron por una hepatitis. En 1974, se casó con Marisa Letícia Rocco y tuvieron tres hijos. Tras 43 años juntos, Marisa falleció en 2017 por un derrame cerebral.
Este año, contrajo matrimonio con Rosangela da Silva, de 56 años, más conocida como Janja, y que ha participado de manera activa en su campaña. Su relación se hizo pública en 2019, cuando Lula llevaba más de un año preso tras ser condenado por corrupción en la megaoperación anticorrupción Lava Jato, que sacudió la política brasileña.
En julio de 2017, fue condenado a nueve años y seis meses de prisión. Durante los 580 días que pasó entre rejas tuvo que enfrentarse a la muerte de uno de sus hermanos y de uno de sus nietos.
Lula fue sentenciado por el entonces juez Sergio Moro, por lo que quedó inhabilitado en 2018 para participar de las elecciones en las que era el gran favorito. Bolsonaro salió victorioso y después nombró a ese togado como ministro de Justicia, cargo que terminaría abandonando tras una disputa interna con el presidente.
El líder petista siempre negó las acusaciones y alegó que era víctima de una conspiración para impedir que se presentara a los comicios. Su tesis se confirmó cuando el portal The Intercept Brasil filtró unas conversaciones privadas entre Moro y los fiscales del caso Lava Jato.
En noviembre de 2019, fue liberado por una cuestión procesal y, recuperados sus derechos políticos, preparó su sexta candidatura presidencial mientras la justicia le iba absolviendo o anulando las casi 20 causas que tenía abiertas en su contra.
“Queremos volver para que nadie nunca más ose desafiar la democracia y para que el fascismo sea devuelto a la alcantarilla de la historia, de donde jamás debería haber salido”, dijo al confirmar su candidatura en mayo.
Ahora tiene cuatro años por delante para hacer realidad esa promesa.
Con información de RT