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sábado, noviembre 23, 2024

Necesidad de un nuevo liderazgo

Por lo general, el liderazgo que predomina es uno narcisista y seductor, orientado a sobresalir y aumentar su prestigio y sus cuotas de poder político o económico.


Hoy se comienza a hablar de la necesidad de un liderazgo de servicio, pues es evidente que la mayoría de los supuestos líderes no están utilizando su poder y su influencia para construir un mundo más justo y humano.

Por lo general, el liderazgo que predomina es uno narcisista y seductor, orientado a sobresalir y aumentar su prestigio y sus cuotas de poder político o económico.

Este tipo de liderazgo, que busca servirse de los demás en vez de servir a ellos, es fuente de corrupción y de las crecientes desigualdades. Es un liderazgo en la cúspide de un mundo jerárquico y muy desigual, estructura que se considera normal y se debe mantener.

A su vez, los medios de comunicación y las redes imponen como modelos de líderes a personas exitosas en los negocios, el deporte, la música, los espectáculos, a los que convierten en idolillos que subyugan los corazones de las multitudes y en su mayoría fomentan la trivialidad y la superficialidad. Algunos de estos supuestos líderes miden la magnitud de su liderazgo por el número de seguidores en las redes, sin analizar en qué y cómo se traduce su influencia.

Sin embargo, siempre ha habido y hay personas que usan su liderazgo como un medio para ayudar a los demás, en vez de utilizarlo para obtener poder y beneficios personales. Estas personas llegan a ser líderes porque quieren servir a otros de la mejor manera.

A estos líderes que han surgido del deseo de servir se les denomina líderes del servicio. La frase “liderazgo de servicio” fue acuñada por Robert K. Greenleaf en El Sirviente como Líder, ensayo que publicó en 1970, donde afirmaba que para el liderazgo de servicio lo primero no es mandar o tener poder, sino servir. 

Se trata de una opción personal de alguien que quiere dedicar su vida a hacer que otros se sientan y vivan mejor y deseen a su vez convertirse en servidores, es decir, en ciudadanos comprometidos con la justicia, la equidad y el bien común. Este tipo de liderazgo se fundamenta en el ser de la persona más que en su hacer.

Esta perspectiva contribuye a explicar la “falta de liderazgo” que existe en la mayoría de las instituciones contemporáneas, que están dirigidas por personas que han ascendido a posiciones de poder por su currículo, sus capacidades técnicas o de toma de decisiones, sus conexiones políticas o empresariales, y algunos también por su ambición, sus habilidades y su falta de escrúpulos para engañar y manipular.

Solo cuando la decisión de servir sirve de sustento a la formación moral de los líderes, el poder jerárquico no es fuente de corrupción. Si los líderes satisfacen las necesidades de quienes dirigen, es decir, si consideran que su trabajo o razón de ser es un genuino servicio, se desvanece el potencial de corrupción de las jerarquías.

A diferencia del liderazgo tradicional que es un liderazgo jerárquico, donde el líder ejerce su poder sobre las personas, el líder de servicio se considera a sí mismo como “el primero entre un grupo de iguales” (“primus inter pares”). Esta idea es el corazón mismo del liderazgo de servicio.

Un líder servidor no se considera por encima de aquellos a quienes lidera, sino que los ve como compañeros a los que enseña y de quienes aprende. No cree que siendo el líder es superior a ellos ni utiliza el liderazgo en su propio beneficio o de los suyos, sino que lo orienta principalmente a lograr el crecimiento y el bienestar de las personas y las comunidades a las que dirige.

Laura Arismendi
El periodismo...mi forma de vida.

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