Darwing Aponte trabaja como mensajero motorizado en Caracas. Su rutina consiste en recibir y recoger envíos y, como él dice, “hacer uno que otro mandado” por la ciudad.
Aunque este es un empleo que normalmente se hace en solitario, Darwing siempre se ha negado a seguir la corriente y disfruta de la compañía de los perros.
Por eso, él es un mensajero motorizado con una peculiar pasajera: Tokio, una mestiza que adoptó y que ahora lo acompaña en moto por las avenidas caraqueñas.
Ambos salen todos los días desde la redoma de Petare, en Caracas, y recorren la autopista Francisco Fajardo hasta llegar al distribuidor Altamira.
La rutina de Tokio
El mensajero se estaciona en un edificio cercano a Bello Campo, y Tokio aguarda sentada en la moto a que regrese su dueño, debido a que no se le permite entrar al edificio. La perrita está entrenada para evitar moverse, es tranquila, a menos que algo a su alrededor la perturbe.
Para poder salir a la calle, Darwing le adaptó a su moto una canasta. También le consiguió unas cuerdas de paracaidismo para asegurar a Tokio en el asiento y que no se tambalee. Cuando su dueño se va, siempre se queda con un bozal puesto, además de unos lentes de motociclista que Darwing le compró hace poco.
Darwing relata que en una oportunidad se estacionó con Tokio y a los minutos el guardia de seguridad del edificio le pidió que corriera hasta donde estaba su moto porque la iban a remolcar.
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Él cuenta que no fue mucho lo que pudieron hacer debido a que la perrita no permitió que los funcionarios de tránsito se acercaran a la moto.
Solo cuando vio a su dueño, Tokio se calmó. Su comportamiento, de no permitir que nadie que no sea de su confianza se le acerque, es una consecuencia del maltrato que sufrió cuando era cachorra y vivía en la calle.
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